¿Cuáles son los límites entre la mente y el mundo? ¿Cuál es el papel del cuerpo y del medio ambiente en los procesos cognitivos? ¿Son la piel y el cráneo fronteras o límites relevantes en términos cognitivos? La tesis de la mente extendida (TME) afronta este tipo de cuestiones para responder que en ocasiones la mente se extiende no solo más allá del cerebro, sino también más allá del cuerpo o del organismo. Desde este punto de vista las ciencias cognitivas deberían, en tales ocasiones, ignorar los límites metabólicos de la piel y el cráneo (para atender, al menos según la versión más difundida, a la organización computacional y funcional de la información).
La tesis de la mente extendida propone que, en ocasiones, la mente se extiende más allá del cerebro, y del cuerpo en general, de manera que ciertos elementos del entorno (¿no biológicos?) pueden entran a formar parte de los procesos cognitivos. Cerebro, cuerpo y mundo formarían entonces un único substrato (o vehículo) integrado para la mente [Lo característico de la TME es el papel asignado al entorno. La distinción entre el papel del cuerpo y el papel del entorno -mundo- puede plantear la cuestión de la distinción entre mente extendida y cognición corpórea]. Uno de los principales argumentos en los que se ha sustentado esta tesis es el principio de paridad, que pretende anular todo criterio de localización espacial (una especie de velo de ignorancia al estilo de Rawls para evitar un “prejuicio biochovinista”) y supone cierta equivalencia funcional entre los recursos internos y externos. Pero esta equivalencia lleva a considerar irrelevantes las diferencias entre los recursos internos y los externos. Buena parte del debate sobre la mente extendida ha girado en torno a la naturaleza y a las implicaciones de estas diferencias. Una nueva ola de la TME pretende reconocer la importancia en términos cognitivos de algunas de estas diferencias, y proporcionar un nuevo argumento para la TME basado en la complementariedad y la integración de ambos tipos de recursos -y no en el principio de paridad- (Menary 2010, Sutton 2010).
En el ejemplo más conocido de la TME se presentan dos personajes, Inga y Otto, el segundo de los cuales padece una enfermedad que afecta a su memoria, por lo que recurre continuamente a un cuaderno de anotaciones. El cuaderno viene así a complementar su deteriorada memoria biológica. La idea básica es que el cuaderno de Otto es equiparable, en cierto sentido, al cerebro de Inga y forma parte, como vehículo externo, de su sistema cognitivo. El cerebro de Inga y el conjunto formado por el cerebro-más-el cuaderno de Otto desempeñan el mismo rol funcional con respecto a sus respectivas conductas. El principio de paridad cuestiona los límites entre cerebro, cuerpo y mundo mediante el isomorfismo funcional entre lo interno (memoria biológica, cerebro) y lo externo (el cuaderno y su contenido). (Ha de recordarse, sin embargo, que la TME es explícitamente una tesis acerca de los vehículos, y no –al menos directamente- acerca de los contenidos).
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